FUENTE: La cizalla acrata
La corte suprema anunció hace unos días que no revisará el caso de los SHAC 7, un ejemplo notable de u caso relacionado con la primera enmienda en el que un grupo de activistas por los derechos de los animales fueron condenados como “terroristas” por llevar adelante una controvertida página web.
La campaña de los SHAC 7 no tenía nada que ver con ántrax, bombas caseras, o un plan para secuestrar un avión. Ellos se encargaban del mantenimiento de una página web. En aquella página publicaban novedades sobre la campaña (acciones legales, como protestas, y acciones ilegales, como sacar animales de laboratorios) y sin duda alguna las apoyaban.
Por ello se enfrentaron a un buen número de cargos por conspiración, incluido el cargo de conspiración para violar el Animal Enterprise Protection Act y para cometer “terrorismo relacionado con la cusa por los animales”.
Los acusados perdieron el juicio y fueron condenados a penas de entre 1 y 6 años de prisión. En la apelación, el Tercer Circuito emitió un “fallo de barrido”. Este mantenía que la vehemente retórica de la campaña SHAC constituía una “auténtica amenaza” (aunque nunca fuesen acusados de destrucción de la propiedad, o violencia, o de incitación a realizar tales actos) porque dentro de esa misma campaña también se habían dado casos de actividades ilegales.
Por decirlo de otra manera, el tribunal sostuvo que se podía restringir los derechos sujetos a la primera enmienda de un grupo de personas por acciones pasadas cometidas por otros.
Por ejemplo, uno de los acusados, Josh Harper, dio dos charlas en las que habló sobre la campaña, y sobre su apoyo, personal y teórico al Frente de Liberación Animal y a pequeñas acciones como enviar fax en negro para dañar los aparatos de fax de algunas empresas. La corte de apelaciones señaló: «La conducta personal de Harper no cruza la línea de la ilegalidad. Castigarle a él simplemente por sus charlas políticas sería anticonstitucional. Sin embargo, su conducta… da pruebas circunstanciales de las que un jurado podría haber sacado la razonable conclusión de que Harper estaba involucrado en una conspiración para violar el Animal Enterprise Protection Act.»
La corte suprema ha denegado el auto de cercioración del caso, lo que significa que no será atendido. En resumen, la sentencia del tribunal de apelaciones se han paralizado, por lo que el caso de los SHAC 7 queda cerrado.
Las probabilidades de que un caso sea revisado por la Corte Suprema son ínfimas, por supuesto. Pero estoy un poco sorprendido de que ese sea el caso del SHAC 7. La Corte Suprema revisó el caso de la Iglesia Baptista de Westboro (los mismos que crearon el lema “Dios odia a los maricones”), declarando finalmente que tenían derecho a realizar sus protestas en funerales militares. John G. Roberts, Presidente del Tribunal Supremo, escribió que su conducta es “ciertamente dañina, y su contribución al discurso público insignificante”, pero está protegida.
Todos menos uno de los condenados por el caso SHAC 7 han sido puestos en libertad, por lo que esto no tenía nada que ver con el tiempo de condena. Tenía que ver con el precedente que pueden crear este tipo de condenas, sobre todo cuando se dan en el contexto del Animal Enterprise Terrorism Act. Y tenía también que ver con que esa etiqueta de “terroristas” perseguirá a estos activistas por el resto de sus vidas.
Incluso si no se está de acuerdo con la campaña SHAC, o con las campañas por los derechos de los animales en general, el rechazo del tribunal a escuchar este caso tiene serias implicaciones para todos aquellos activistas de cualquier movimiento por la justicia social.
Aquí hay una respuesta de Lauren Gazzola, una de las personas que conformaban el grupo SHAC 7:
«Hoy ha sido un día duro, pero creo que la negativa de la Corte Suprema a revisar nuestro caso es un error. No solo un error legal, si no un error moral. En ese sentido, he tenido un montón de días duros durante los últimos años. Me gustaría hablaros de uno de los “menos malos”.
Hace unas semanas di una charla sobre el caso del SHAC 7 en una clase de derecho. Antes de que me pusiese a hablar, el profesor enseñó unos vídeos de investigaciones encubiertas dentro de HLS. Era la primera vez que veía aquellas imágenes desde que salí de la cárcel y fue superior a mí. Cuando terminaron los vídeos, la Directora Ejecutiva de la Sociedad Nacional Antivivisección se levantó para presentarme. Comenzó diciendo, “es difícil saber por donde empezar”.
Yo estaba cerca de ella y aun un poco agitada tras ver aquellas imágenes. Había planeado empezar mi discurso dándole las gracias al profesor por haberme invitado, también a la NAVS (Sociedad Nacional Antivivisección) por patrocinar el evento y a los estudiantes por haber asistido. En vez de eso me dirigí a la clase y les dije, “Yo sí sé exactamente por donde empezar. Pasé tres años de mi vida tratando de cerrar HLS y otros tres años y medio en la cárcel por ese motivo. Cada uno de esos días mereció la pena y lo haría de nuevo”. Hoy, simplemente me gustaría repetir esto mismo: lo volvería a hacer. Mereció la pena”.»