Carta del anarquista Panagiotis Masouras (Grecia)

Recbimos y publicamos

Aunque con retraso de 2 meses, presentamos la última carta del compañero Panagiotis “Takis” Masouras (en griego aquí:). En julio de 2011 durante el primer juicio por el “caso Halandri”, a pesar de negar su pertenencia a Conspiración de Células del Fuego, “Takis” fue condenado a 11 años de cárcel. Actualmente se encuentra en la cárcel de Koridallos en Atenas, trasladado desde la prisión de alta seguridad de Grevena para presentar, el 19 de marzo, petición de suspensión de condena. Sin embargo, el compañero se encuentra entre las personas, tanto miembros de CCF como no, citadas por los fiscales Baltas y Mokas para responder, en marco de instrucción previa, por “250 ataques incendiarios y explosivos” realizados por CCF. Panagiotis en concreto fue citado el martes pasado, 13 de marzo, pero ha pedido una prórroga y debe aparecer ante los fiscales el 27 de marzo.

“Quien hoy en día levanta los hombros o los deja caídos, acepta que los presos seguirán soportando estas torturas, porqué está pensando que nuestro bando es muy débil, ¿cómo puede tener la esperanza que está a nuestro alcance construir una fuerza capaz de derrumbar por completo las condiciones existentes?”

La cárcel era y sigue siendo un foco comprimido de control, disciplina y restricción. Constituye un foco continuo de guerra psicológica y física.

Las incontables rejas, los imponentes tochos de hormigón y las gastadas garitas son solamente la fachada de lo que de hecho se está gestando dentro.

Sin embargo, al sobrepasar esta primera imagen y llegando hasta el interior de la prisión, podemos comprobar como se revela un modernizado y científico plan que tiene como objetivo el aislamiento físico e espiritual, el chantaje moral y el control total de los presos.

El objetivo, la absoluta obediencia y sumisión tras la imposición ideológica y física, o todavía peor: “la espontanea contribución” de los presos mismos a “la obra correccional”.

La metódica construcción de la Bolsa de la Seducción de Conciencia está continuamente en vigencia. El esfuerzo puesto para conseguir que el preso se sintiera culpable es un hecho dado. Acecha la interna aceptación, haciendo del preso pensar, que la celda no puede ser nada más que el único destino de su vida.

Por tanto, la creencia que el moderno sistema de castigo se basa en la cárcel que cada uno tiene dentro de su cabeza, debe que ser más vigente que nunca.

Para controlar la conducta de una persona, tienes que controlar el ambiente que lo rodea. De hecho, es este ambiente lo que hace de una persona ser presa.

La cárcel como institución/edificio no sería capaz de “ofrecer” algo al enemigo si no fuese esencialmente una fabrica que de-construye la personalidad y borra su base humana. No sería para nada “productiva” si el aislamiento sensorial, corporal y comunicativo no funcionasen como un esterilizado bisturí de la psico-quirúrgica política represiva.

Las torturas, la permanente vigilancia panóptica, las luces artificiales y toda esa capa electro-científica que cubre el ala debe ser interpretada como asfixia y exterminio. No podría ser de otra manera una siempre atroz arte bélica que aspira a someter las voluntades de cada persona. Una arte bélica que quiere matar los sentimientos, la esperanza y la persistencia.

Las cárceles por tanto, son unos almacenes llenos de zombies. La corrección refleja la humillación de la dignidad de cada uno, las ofensas, la doble cerradura y los golpes de látigo, los psico-fármacos y el aislamiento. La corrección significa paliza, amenazas, burlas, control, heroína y más control.

En la prisión el encerrado deja de vivir, simplemente sobrevive. Cada uno monta su propio molde, su encaje, se está refugiando dentro de unas conductas y reacciones estandarizadas. Encuentra su refugio en una rutina y se cierra en sí mismo para seguir. El que busca la conceptual lima para fugarse hacia la libertad espiritual, el que no acepta que la vida verdadera es la celda y la cárcel es su hogar, el que enciende el pensamiento analítico es “el afortunado”. El que no descubra o no tiene paciencia para saborear a estos lujos, sea por una u otra razón, es simplemente un número más, un disperso expediente más que yace sobre una cama de hierro en su celda. Un número menos y no pasa nada. Además, para el sistema del castigo los presos no han nacido, sino han brotado y así como brotaron serán arrancados.

Serán arrancados y habrá nuevos puestos “vacantes”. Puestos que esperan acoger a anarquistas, a unos que tienen diferentes opiniones políticas. Para acoger a toda una generación de prisioneros. Una generación de las trincheras, un conjunto de gente desesperada a nivel económico y social, toxicómanos enfermos, pequeños delincuentes y parias.

Sin embargo, la Bolsa del Totalitarismo Castigador no sabe de caídas. Queda asegurada por un continuo flujo de almas humanas que entran en las celdas de la democracia.

En las celdas donde llegan a diario centenares de personas. Las cuales se fugaron de los límites de la legalidad burguesa o si no se habían reconciliado, sea de manera consciente o inconsciente, con las reglas autoritarias del capitalismo, afluyen aquí donde florece el interés propio, la “terapia” con fármacos y la degradación de heroína. Aquí donde reina la pandilla de tipos armados con palos que llevan insignias “Ministerio de Justicia”.

Sin embargo, a pesar de eso nos tropezamos con la inversión de terminología, para pasar de un régimen totalitario a un Estado de “bienestar” y “sensibilidad democrática”. A la cárcel ya no se la llama cárcel, sino “establecimiento”. Al carcelero uno se dirige como al “empleado”. El aislamiento queda ennoblecido tras el término “restricción disciplinaria”. La sumisión y el consentimiento no se desprenden ya exclusivamente con latigazos e compromisos, pero también con lavado de cerebro. No hay castigo, lo que hay es “terapia”.

Y así la cárcel de una maquina represiva y cruel se convierte en centro de reforma ideológica y existencial. El espejismo de nuevas tumbas blancas, las cuales por eufemismo son llamadas “establecimientos penitenciarios de alta seguridad”, podría por sí sólo constituir un capítulo que elogia la brutalidad del capitalismo. Haciendo destacar y promulgando un modernizado a nivel científico, arquitectónico y psiquiátrico mundo que habían creado. Un producto de re-evolución de los campos de concentración y pelotones de ejecución. Una maquina de aniquilación comprimida en unos pocos metros cuadrados.

En estos pocos metros cuadrados en los que podemos encontrar también un nuevo tipo de cárceles.

Edificados en medio de la nada, esparcidos por las inmensas llanuras o enterrados debajo de las montañas. Prisiones de altos muros y patios de 30 por 2o metros para asegurar el aislamiento sensorial del preso, para disuadir, aunque fuese sólo de manera visual, cualquier fuga. La falta de comida, que es la necesidad básica de cada organismo humano, la falta de agua caliente cuando el termómetro está a 17 o 20 grados bajo cero y la criminal ausencia médica, podrían constituir un breve prólogo ante la crueldad que se va desenrollando. Nos encontraremos las alas llamadas “cajita de cerillas”, cada una con 20 celdas. Vamos a ver desde cerca que significa “el panóptico sistema de control y vigilancia”. Donde haya cámaras a todo lo largo y ancho de cada ala, patio, pasillo, gimnasio, sala de visitas, espacio común. 22 cámaras siguen fiel cada un de tus pasos, como también cada expresión tuya. 18 megáfonos lanzan órdenes continuamente, en cada momento. “Los patios cierran, los presos que pasen al ala y cierren las puertas.” “La cárcel cierra, los presos que pasen a sus celdas y cierren las puertas”. “Entrad a vuestras celdas, entrad a vuestras celdas”. En cada momento un aviso que promete castigo, cada día una orden. Una existencia enjaulada con la impersonal voz del carcelero. Encontraremos el minucioso control de correspondencia y la permanente presencia del carcelero por encima de tu cabeza durante las vistas. Vamos a escuchar los pasos de frecuente control en los fríos pasillos tanto al mediodía como por la tarde y la mirilla de la celda permanentemente abierta para vigilar. Veremos bien la importancia estratégica de la ubicación del puesto de guardia en la cabecera de cada ala. Rodeado de rejas y “disfrazado” con espejos para asegurar una vigilancia sin obstáculos durante las 24 horas al día. Nunca estás solo, detrás de los espejos siempre habrá alguien, alguien sin cara, observándote. Tal vez lo seas durante algún momento, pero nunca sabrás cuando.

Para tragar la llama primero tú mismo tienes que volverte cenizas

La cuestión de la cárcel, siendo la máquina que extermina los cuerpos y las almas de los seres humanos que no se habían adherido a la legalidad o no se habían reconciliado con la moral pequeño-burguesa obedeciendo a las órdenes del régimen, no podría dejar ausente los temas en los cuales está involucrado el movimiento subversivo radical. La lucha contra las cárceles no podría faltar, porque funciona como trinchera frente a la barbara y sin obstáculos expansión del capitalismo sobre nuestras vidas. Se trata de una postura de resistencia contra la desigualdad y contra la explotación del ser humano por la máquina autoritaria. La cárcel no se limita sólo a castigar la negación y la delincuencia, está también premiando la asimilación y la reconciliación. Al echar un ojo a su microcosmos entenderemos, hasta cierto grado, la estructura disciplinaria del tejido social. Descubrimos un extenso complejo de restricción, explotación y opresión. Un complejo de convenios, los “tengo que” y órdenes. Un mundo que reivindica al capitalismo metropolitano internacional. Una estructura que roba la vida y preserva la ausencia de libertad.

Muchos son aquellos, sin embargo, los que ignoran el estado de guerra, al mismo tiempo negando que tal ignorancia les conviene. En este momento tal vez están sentados tranquilamente y van hojeando estas páginas, tragándose, asustados, con poca gana o de manera indiferente, la historia de cárceles, de torturas, de aislamiento, de celdas enanas. Tal vez con una cínica sensación de aceptar lo inevitable echan unas hojeadas al horror y al dolor, sin darse cuenta de que la cárcel es en realidad algo mucho más cercano de lo que escuchan o leen, mucho más cercano de lo que se puedan creer. Aquellos que “estudian y investigan” lo que pasa detrás de los altos muros, las puertas de hierro y los alambres de espino, para luego comentarlo durante una charla entre amigos en una bella tarde, de hecho ignoran lo todo. Los que leen de manera sabia, mantienen una sonrisa silenciosa y al caminar se sienten afortunados por poder hacerlo…

No. Las vivencias tienen que ser leídas sin confort alguno, justo así como se van desenrollando. Como si tu conciencia te iría “obligando” a tocar y escuchar con atención la realidad. La realidad, ésta que eventualmente relata sobre la soledad de una celda helada, cuenta sobre la desesperación y el paroxismo de un largo aislamiento, sobre el dolor de una tortura, sobre el continuo ruido de planchas de metal durante un traslado. El relato este que fue rajado sobre unas pocas hojas de papel con manos sudorosos y teniendo cabeza entumecida, pero sigue siendo narrado con persistencia. Tal vez cuenta sobre interminables mañanas y noches, días y meses, años en que te encuentras dando vueltas en una caja de cemento, cuando las rejas te agarran por la garganta para estrangularte. Tal vez relata sobre voces de extraños que escuchas de las celdas próximas a la tuya, de otras alas, de diferentes cárceles y mazmorras, voces que te están susurrando sobre una batalla que no tiene fin. Una batalla por la libertad. Una batalla sin billete de vuelta. Que tal vez cuenta sobre la persistencia, el vigor, la fe. La esperanza en la lucha. En una lucha continua, una lucha justa. Relatos que están al lado de los que luchan, aquellos que se atreven, las conciencias que prendieron fuego. De todos estos que, a pesar de la presión de los tiempos por un “mundo libre”, prenden fuego al miedo, a la inercia y obran por la subversión. Relatos que se desenrollan con dignidad desde esos pocos metros cuadrados de sus celdas, relatos que esperan hasta que llegue el encuentro. Hasta que llegue la noticia que la lucha ahí fuera sigue. Hasta que una señal iluminará su cielo espinoso.

Hasta la libertad. Hasta la revolución.
Viva la Lucha Subversiva Radical.
Fuego a las prisiones.
Solidaridad con los presos políticos.

Panagiotis Masouras,
preso político
Prisión de Grevena, ala A2
12/1/2012