Mientras entramos en el mes de febrero una vez más, los periódicos y canales de televisión destacarán la programación que muestra más caras negras de lo normal. Algunos medios presentarán películas o documentales mientras otros destacarán la historia para celebrar el Mes de la Historia de los Negros.
Indudablemente se proyectará el épico discurso pronunciado en la “Marcha sobre Washington”, en un video borroso en blanco y negro como el mero símbolo de otra época con su coletilla principal, ¡”Gracias a Dios todopoderoso, por fin somos libres!” ––una inquietante e irónica burla del estado verdadero de la gran parte de América Negra.
Un video que no se proyectará, como de costumbre, muestra una de las últimas conferencias de prensa del primer (y tal vez único) magistrado negro de la Suprema Corte de Estados Unidos, Thurgood Marshall. Está debilitado y enfermo, pero con la presencia de ánimo para declarar: “Todavía no soy libre”.
Para millones de estadounidenses negros, este Mes de la Historia de los Negros, aunque tal vez sea rico simbólicamente, llega en medio de la pérdida más grande de nuestros activos colectivos en la historia, cuando existe agobiante desempleo, inquietantes ejecuciones de hipotecas, escuelas públicas que imparten más (des)educación que educación, rabioso terrorismo policial, y tal vez los más altos índices de encarcelamiento de los negros en la historia de Estados Unidos, y todo lo que esto implica.
El hecho de que logramos tener un Mes de la Historia de los Negros se debe a los Movimientos por la Liberación Negra en los años ’60 y la terca persistencia del historiador negro Carter G. Woodson, quien empezó a proponer una Semana de Historia de los Negros ¡en aquella década de 1920! Pero empezó, como es el caso con todas las luchas sociales, con el Movimiento.
Si las madres, las abuelas, y después las y los niños escolares no hubieran seguido a King, nunca hubiéramos sabido su nombre, a no ser que fuera una anécdota de la historia. Porque sin ellos, no hay movimiento, y por eso no hay avances.
El gran historiador revolucionario marxista, C.L.R. James, en su obra maestra Los Jacobinos Negros, una Historia de la Revolución Haitiana, evidencia como los líderes, incluyendo el General Toussaint L'Ouverture, intentaron una y otra vez traicionar a la Revolución. Pero enfrentaron a dos fuerzas implacables: el racista y recalcitrante gobierno francés de Napoleón (quien quiso reimponer la esclavitud) y los militantes soldados negros quienes siguieron adelante hacia la Revolución.
¿Cuál es el punto? Que la gente hace la historia en sus movimientos masivos, los cuales muchas veces van más adelante y más rápido de lo que los líderes quieren. Las masas hacen y sostienen las revoluciones, en muchos casos en contra de los “líderes”, cuyos instintos los llevan a traicionarlas.
En un prólogo a una de las muchas ediciones de Los Jacobinos Negros, James nos recuerda que “…fueron los esclavos que hicieron la Revolución. Muchos de los líderes esclavos ni siquiera sabían leer o escribir”. (James, xvi)
Pero sabían pelear, de esto no cabe la menor duda.
Decenas de miles de Africanos rompieron sus cadenas. Sin un centavo, con hambre, y marcados por los estragos de la esclavitud, encontraron las armas y la voluntad de pelear por su libertad contra los defensores de la esclavitud: Francia, Gran Bretaña, y España. Y les ganó a todos, porque su hambre de libertad fue más fuerte que cualquier cosa. CUALQUIER COSA,
Al hacerlo, cambiaron la historia del mundo.
Rompieron los sueños franceses de un Imperio Americano y permitieron que Estados Unidos duplicara el tamaño de su territorio después de comprar Luisiana a Napoleón.
También hicieron lo que ningún ejército de esclavos jamás haya hecho en la historia moderna o antigua. Derrotaron a un imperio.
Ésta es la Historia Revolucionaria de los Negros, y merece un lugar en el Mes de la Historia de los Negros.
(c) '12 maj
escrito 21 enero de 2012
Texto circulado por Fatirah Aziz: Litestar01(arroba)aol.com
Traducción: Amig@s de Mumia de México