Resistir para existir, por Walter Bond.

Soy anarquista.

No soy el típico moderno políticamente correcto anarquista.

Tampoco soy un anarquista retórico.

Leer kilos de información sobre las diferentes facciones del anarquismo nunca me ha interesado demasiado. Soy un insurgente, un opositor. ¿Por qué? Porque nací así. Cuando estaba en educación infantil, mi profesora Ms. Whirly habló con mi madre. Recuerdo que le dijo algo sobre que yo era un jovencito brillante pero que tenía serios problemas con la autoridad y que eso podría traerme problemas algún día. Así fue.

Me di cuenta de que en la escuela no quieren que seas un “jovencito brillante”. El cuestionamiento es el enemigo de las escuelas de primaria y secundaria, donde adoctrinan a la juventud. Mientras mis profesores hacían preguntas y toda la clase respondía al unísono, yo me sentaba al final de la clase y leía sobre dinosaurios, mitología y astronomía. Me daba esperanzas pensar en tiempos y lugares pasados que existieron lejos de aquí… lejos de la educación aria de Iowa… tiempos y lugares donde los humanos no eran el centro de todo el universo. Afortunadamente mis padres no eran para nada convencionales. Mi padre era mitad inglés, mitas músico bohemio y mi madre era una puertorriqueña de sangre caliente que creía en los poderes místicos de la tierra, los animales y la naturaleza. Mi abuelo por parte de padre murió en la segunda guerra mundial luchando contra los nazis y mi padre siempre fue reticente de los gobiernos desde aquello. También era ateo y muy anti racista.

Algo que siempre me encantó de mis padres es que nunca se conformaron con la idiotez que les rodeaba y que siempre me permitieron formular mis propias opiniones. Nadie en casa iba a la iglesia, y no me hacían ir a los boy scouts ni nada de eso. La única regla en nuestra casa era que aprendieses a tocar un instrumento. Yo elegí la batería. Cuando tenía 7 años aprendí a tocar “Cocaine” de Eric Clapton y el éxito de los 50 “Johnny be good”. La música se convirtió en el amor de mi vida. La música y la resistencia.

Cuando tenía 10 años, mis padres se divorciaron y yo me quedé con mi madre en Denver, Colorado. Vivíamos en un dúplex, con mi tía, su novio, mis abuelos, tres primos, y un desfile constante de amigos de la familia. ¡Todo un shock cultural! En cualquier caso, estreché lazos con mi primo Eric. Él era cinco años mayor que yo y vivía en el sótano. Eric hacía lo que quería y estaba a su aire. Cada vez que venía un chico con los pelos de punta o con tatuajes, saludaba tímidamente y se bajaba al sótano con Eric. Por supuesto mi madre y mi tía no querían que yo bajase allí con ellos. “Deja a los chicos más mayores solos”, solían decirme, aunque no servía de mucho.

La primera ocasión en la que me quedé sin supervisión de un adulto aproveché para bajar las escaleras. Era el sitio más increíble que mis jóvenes ojos habían visto nunca. Sonando en el tocadiscos estaban los Dead Kennedys. Sonaban como los Beach Boys pero a toda pastilla. Había posters y cosas loquísimas colgadas por todas partes. Pentagramas, el símbolo de la A circulada, escritos crípticos… estaba enamorado.

Mi primo me presentó a sus amigos, todos adolescentes. Aunque yo sólo era un niño a ellos no les importaba. Ese día me dije que yo era un anarquista. Un par de años después estaba tocando la batería con mi primo y sus amigos y era parte de la escena underground hardcore/metal/punk de Denver. Me enorgullece decir que de aquel grupo de chicos, que para mí eran como mi familia, todos seguimos considerándonos anarquistas 20 años después. Claro que dentro del grupo siempre hubo gente entrando y saliendo, pero para nosotros, el núcleo sólido de los cinco amigos aquello no era una fase, era nuestra vida.

Me negué a ir a la escuela en octavo curso. Aunque me sigue encantando leer y aprender, es una decisión de la que nunca me he arrepentido. Para mí la escuela era como si asesinasen mi alma durante 8 horas de aburrimiento. Prefería estar con mi monopatín, patinando en propiedades privadas o rompiendo cosas. Pero aquello era el pasado, y ahora es el presente. La única cosa que para mí ha cambiado es la seguridad que da la experiencia de la vida. Ahora, con treinta y pico de años, me doy cuenta más que nunca de cómo apesta la gente y su gobierno. Sistemas de control vayas donde vayas. Cásate, ten hijos, compra una casa, trabaja para alguna empresa corrupta hasta que mueras, compra un coche, compra un coche más grande, mira la televisión, emborráchate, no pienses, solo consume. No gracias, antes me pego un tiro. Prefiero tener un novio y una novia antes que una esposa. No tendré hijos porque la mayoría de los que conozco se comportan como si fuesen personas pequeñitas borrachas. Además, las liendres se convierten en piojos…

No me compré una casa porque era imposible que el banco jamás dejase que fuese mía. He trabajado en algunos sitios de mierda pero a cambio de su explotación yo les robaba todo lo que podía. No aprendía a conducir hasta que tuve 25 años, y aun así lo hacía de manera muy poco frecuente. ¿Qué quieren? Prefiero andar. Tiré mi tele a la basura hace años porque no me gustan los rectángulos de plástico o toda esa mierda en tecnicolor intentando adoctrinarme con esa mentalidad de colmena de la humanidad de 10 vatios. No bebo porque el alcohol convierte a la gente en idiotas babosos y vomitones. Sinceramente, no sé, es natural para mí. Pienso en el coñazo de las clases o en los horribles mataderos en los que trabajé y me recuerda que las cosas no van bien. Veo a putos cristianos vendiendo sus trillados sermones mojigatos a la gente como si fuesen “buenas noticias” y me recuerda que mucha gente tiene mierda por cerebro. Veo mi país de nacimiento y me doy cuenta de que detrás de ese trapo azul, blanco y rojo que nos representa genocidio y coches usados.

Entonces me miro a los tobillos y veo las esposas, también en mis muñecas. Y miro los sitios de mierda a los que me confinan y me recuerda que los policías, los federales, los carceleros, los jueces, los diputados, los oficiales del correccional y todos los de su calaña son los agentes de la represión, los que odian la verdadera libertad, los enemigos de la justicia social. Los traidores a la tierra, los animales y a toda la vida.

¿Qué cómo puedo permanecer desafiante?

¿Cómo puedes tú seguir siendo complaciente?

Supongo que es tu naturaleza. Aunque sea una pena es así. No voy a decir que lo entiendo, o que empatizo, porque sería mentira. Soy un animal salvaje y las razas domésticas son un gasto de tiempo para mí. Es un hecho que este mundo domesticado odia lo salvaje y los libre y también es verdad que a muchas ovejas les gusta ir por ahí disfrazadas de lobos, escribiendo sus libritos sobre los males de la civilización. Tratando de motivar a otros a hacer lo que ellos son demasiado cobardes para hacer por sí mismos.

A todo el mundo le gusta hablar mucho, y posar como si fuese muy real.

Pero para muy pocos es real, así que no te emociones.

Y no creas a nadie que no puede llevar a cabo sus palabras. Conocerán a los lobos por sus dientes, no por sus aullidos. Y estoy orgulloso de eso. Todas las trampas y los juicios a los que me enfrento merecen la pena. No voy a huir de las persecuciones y la opresión contra mi persona. Si pudiese volver atrás, a ese 30 de Abril del 2011 y me diesen la posibilidad de reconsiderar el incendio por el que ahora estoy aquí sentado, no cambiaría absolutamente nada.

Se supone que la vida es para vivirla en libertad. No para que te asesinen, te arranquen la piel, la curtan y luego la vendan para perpetuar el beneficio. Se supone que la vida ha de ser defendida, no subyugada.

Esta enferma y depravada cultura de la supremacía humana no dicta lo que está bien y lo que está mal. No al menos para mí. La civilización occidental tiene las manos manchadas con ríos de sangre, yo no. Los buenos americanos cristianos y patriotas están viviendo en una de las peores y más genocidas culturas de la historia del mundo. El único crimen real de grupos como los Panteras Negras, el Movimiento Indio Americano y el Frente de Liberación Animal es desafiar la autoridad del Estado y tener el coraje de combatir al fuego con el fuego. La única fe que tengo es que esto no durará para siempre. La opresión y la locura por el poder tarde o temprano implosionará.

Contrariamente a la visión capitalista o industrializada, vivimos en un planeta finito. Solo podemos sangrar a la tierra hasta que nuestra tecnología no nos permita alimentar a más y más millones de generaciones más gordas, más vagas y más degeneradas. Mi fe es que algún día la tierra ahogará y quemará a los parásitos humanos, y espero tener la gran fortuna de ver al menos el comienzo del proceso. Yo me hundiré con el barco, pero lo haré riéndome. Y honestamente, ¿podría ser de otra manera? Recoges lo que siembras. Así que no sería una sorpresa que si construyes enormes “civilizaciones” mecanizadas sobre la sangre y los restos mortales de animales asesinados y la destrucción del mundo natural, al final coseches lo que has sembrado. No es tan difícil de entender que una auténtica sociedad equitativa nunca se construirá a base de violación, asesinato y robo a las poblaciones indígenas, o de la esclavitud y el desplazamiento a causa de la raza. Tan seguro como que 2+2 son 4, la opresión junto con el asesinato da como resultado la auto destrucción, sea mediante la revolución violenta o mediante la degradación moral.

¿Les parece que mi visión del mundo es negativa?

¿Parezco apocalíptico?

Quizá. Pero creo que sólo estoy siendo realista. Lucho por un mundo moral y pacífico. Y eso es por lo que he sacrificado la mayoría de mi tiempo, energía, y ahora mi libertad. Pero lo he hecho porque soy optimista. Si la humanidad fuese a juicio, el torrente de pruebas la llevarían a ser condenada de crueldad, subyugación y avaricia. Y por otro lado habría un montón de luchadores por la libertad actuales, cuyos encorajinados principios serían cooptados por reformistas.

Sólo ahora es cuando empiezo a comprender realmente el mensaje, sólo ahora me doy cuenta de lo intuitivos que éramos mis amigos y yo como un grupo de jóvenes punk rockers. La angustia y la pasión que teníamos es lo que crea cambios reales. La única razón para que esto se diluya es porque dejemos que se diluya. Mucha gente dice que el extremismo es inherentemente defectuoso pero ¿lo es en realidad? Se podría dar un caso muy real de extremismo en la causa de la liberación.Y son los militantes los que hacen que algunas cosas sigan siendo un objetivo cuando el resto se distrae y olvida su movimiento, su causa. Qué corto de vista es el compromiso, que pronto se olvidan de los graves errores los bienestaristas y los reformistas. Y en su tibia ideología crean movimientos olvidadizos de reparte panfletos y de activistas preocupados por no molestar a la gente. Pero esto no es un ciclo interminable que puede subir y bajar. Este es un mundo finito, como ya he dicho. Y antes o después llegaremos al final de la línea.

La avaricia y la apatía llegarán a su inevitable final.

Y ahora estoy sentado en mi celda y leo sobre dinosaurios, mitología y astronomía y sigo con la esperanza de que no sólo ha habido tiempos y lugares libres de la amenaza de los humanos, si no que, de una manera o la otra, los volverá a haber.

Liberación total, cueste lo que cueste.

Fuente: http://lacizallaacrata.nuevaradio.org