EEUU.“Una visión del futuro: Donde todos los Roberto Adinolfi cojean”, del preso anarquista Sean Swain

Contrainfo

En mayo de 2012, Roberto Adinolfi dirigía Ansaldo Nucleare, que construye centrales nucleares en toda Europa, incluida una en Kroko, Eslovenia, y Cernadova, Rumanía. Adinolfi tenía poder, dinero, prestigio e influencia. Para él, el sufrimiento y la muerte de Fukushima, Japón, no han sido ni lejanamente tan reales como su espaciosa y climatizada oficina o su lujosa casa de Génova o sus trajes caros.

A veces, hay que romper algunos huevos para hacer una tortilla. Además, ninguna de sus trampas mortales se ha fundido aún.

Aún. Palabra clave. Aún.

Roberto Adinolfi con su poder, dinero, prestigio e influencia ni notó que un vehículo le seguía hasta casa. Creyó con arrogancia que pasaría toda su carrera amontonando dinero a paladas haciendo rodar el dado radioactivo y jugando con millones de vidas ajenas y que nunca tendría que dar cuenta a nadie, en ningún momento ni lugar.

Así, la mañana del 7 de mayo, Adinolfi salió de su lujosa casa de Génova y se dirigió a su amplia oficina con aire acondicionado –cuando una bala anarquista le dio en la rodilla. Sangró y gritó.

Se le estropeó el traje caro.

Alfredo Cospito y Nicola Gai reconocieron este servicio público humanitario de enviar un mensaje claro a Adinolfi de parte de millones de futuras víctimas de su holocausto nuclear. No les dieron premios ni elogios, sino 10 años y 8 meses, y 9 años y 4 meses respectivamente.

Parece que el gobierno italiano considera más importante el traje manchado de Adinolfi que las millones de vidas que tiemblan bajo la sombra de la pesadilla nuclear. Dada la larga experiencia de jerarcas delirantes, esto quizá no suene raro.

Los inspiradores e irreductibles comunicados de Alfredo Cospito y Nicola Gai están disponibles en inglés en la página ActForFreedomNow (se pueden encontrar aquí y aquí).

El 30 de octubre, cuando Cospito intentó leer su comunicado en la sala, los jueces le interrumpieron y después pidieron, con la intervención de los sicarios policiales, la expulsión de los dos anarquistas de la sala.

Con todos los relatos publicados, la dirección de la casa del juez se sigue sin saber. El juez no parece caminar cojo.

Los fiscales Nicola Piacente y Silvio Franz, que han defendido durante mucho tiempo y por un premio de un millón de euros (para pagar, sin duda, el traje de Adinolfi) también parecen caminar despreocupados y con andares simétricos.

Estos funcionarios judiciales claramente aún no han recibido un proyectil en la rodilla.

Aún. Palabra clave. Aún.

Más allá de la real, penetrante y herida justicia, eso es bastante obvio, hay un tipo de justicia poética en todo esto. No sólo es el pobre y el impotente el que se despierta con miedo cada día – ya no. Como la gente que sienten pavor al pensar en oír la sirena de la central eléctrica cercana, los funcionarios en Italia ahora aguantan la respiración cuando salen de sus casas y se dirigen a perpetrar su cuota diaria de atrocidad mundana.

Cuando los coches explotan cerca, se mean un poco y aceleran derramando el café. En ese momento de pánico y terror, vislumbran un destello del futuro, una breve visión, donde los ejecutivos corporativos y legisladores, banqueros y magnates del petróleo, asesores militares y jefes de Estado, cojean de un lado para otro apoyándose en bastones o balanceándose sobre sus muletas, sonriendo y saludándose los unos a los otros cuando pasan, pero con sonrisas terribles y ojos asustados.

Sospecho que ese momento les parece muy real y se estremecen cuando contemplan todos esos disparos bien dirigidos, concretamente, no letales… porque los tiradores los quieren vivos.

Si los matas, no aprenderán nada.

Hay aparcamientos en todo el mundo, por los que tantos miserables e infames Adinolfi pasan para ir a casa después de una jornada de trabajo asesinando el futuro. Hablan por sus móviles con sus mujeres mientras mandan mensajes a las amantes y planifican las fosas comunes que orquestarán mañana.

Nunca se fijan en los coches que vienen detrás. Nunca aplazan nada.
¿Cuántos Alfredo Cospito y Nicola Gai podría haber?

Cuántos, en serio.

Sean Swain 
243205
Ohio State Penitentiary
878 Coitsville-Hubbard Road
Youngstown, Ohio 44505, USA

fuente: 325 / más sobre Sean Swain aquí