“Torturas y cárceles” – Texto de compañero anarquista preso A. D. Bourzoukos (Grecia)

El texto en griego está aquí:

Recordamos que actualmente corre un juicio contra el anarquista Andreas-Dimitris Bourzoukos que, junto con 5 compañeros más, está acusado de doble atraco a bancos realizado en localidad de Velvedo el 1 de Febrero del año pasado. (más información respecto al inicio del juicio aquí)

Torturas y cárceles

Ahora tiene que hablar

para salvarse

tiene que dejar de amar

y de vivir.

El capitán dice: habla

El látigo dice: habla

la noche le dice: habla.

Pero la noche es poca,

Los compañeros son muchos

Y cortó su lengua con sus propios dientes

así como lo hubierais hecho también vosotros.”

T. Leivaditis

Date cuenta qué significa atrocidad, no niegues que existe, afronta la realidad sin prejuicios.”

Hanna Arendt

El presente texto no es en ningún caso un producto del abordaje puramente teórico a la cuestión de las torturas y su objetivo tampoco es ofrecer algunos saberes enciclopédicos más respecto al tema. Se trata más bien de un intento de poner sobre el papel reflexiones y conclusiones que vinieron a raíz de mi detención, torturas y finalmente encierro en las celdas de la democracia.

El texto este no podría ser dirigido a los “izquierdistas sensibles” ni cualquier otro especie de los “sensibles” que se complacen con declaraciones sonoras de denuncia desde sus sofás confortables y lágrimas de cocodrilo que inundan su complicidad silenciosa en el sadismo engendrado por su carácter pequeño-burgués. Por otro lado el texto este obviamente tampoco reclama “el reconocimiento”, “la primacía” o la heroización de personas o movidas. En vez de eso, el texto se dirige más bien a la gente cuya conciencia y cuyas elecciones pueden en algún momento llevarles a la situación parecida a la en que yo me había encontrado. Algo para que cada uno y una deberían ser preparados a partir del momento en que decidan de atacar el sistema capitalista. Únicamente tras conocer la totalidad de esta situación, la violencia y el poder que la engendran, seas capaz de caminar seguro hacia el objetivo, hacia la destrucción de las relaciones autoritarias y capitalistas.

Es un intento de desenlazar un nudo pegado a la garganta antes que este acabará estrangulando a todo que se levanta, que resiste, en un ciclo de emociones repetitivas, y atrapando en un “puesto al revés” estereotipo de negación de la esencia misma de la tortura, de las centenares de sus expresiones que ocurren en la cotidianeidad de esta misma sociedad que la acepta con indolencia y la reproduce en sus propias estructuras y relaciones criadas dentro del sistema capitalista.

Es una voz que, aunque por la fuerza, suena en mi mente. Podría venir de algún campo de concentración para inmigrantes o de los calabozos de alguna comisaría. De cada rincón de la Tierra en que en este mismo momento alguien/alguna está “pagando” por ofrecer resistencia contra el Poder y el Estado.

Es una experiencia personal en torno de las cuestiones y fenómenos que tienen que ver con el conjunto de los que resisten.

Según la enciclopedia de Luis de Jaucourt como tortura se define “el castigo corporal doloroso que puede resultar más espantoso o menos espantoso; un fenómeno inexplicable en que la dilatación de la fantasía de un ser humano se produce a raíz de barbaridad y crueldad”.

La imposición salvaje de un dolor físico o psicológico (o los dos juntos) con el objetivo que está variando con el paso de los tiempos. En el caso en cuestión es importante ver y examinar los objetivos por los cuales se ha utilizado la tortura históricamente. Reconocer sus raíces y la conexión directa que hay entre Poder y tortura.

Por lo tanto, en la búsqueda de su origen llegamos a las Edades Medias, a la Santa Inquisición e incluso más lejos en el pasado: a los mercados de esclavos y en general a la trata de esclavos como objetos. En inicio la tortura fue utilizada como mecanismo vengativo y de castigo. Puramente a nivel corporal, con el paso de los tiempos se ha convertido en una “ciencia” de imponer, mantener y hacer destacar el Poder del turno. De la fase del “castigo individual” ejercido sobre el cuerpo de un condenado, ha llegado al punto en que consistía en intimidar y ejemplarizar el conjunto de la sociedad. El proceso de tortura estaba expuesto a la vista pública y cada uno veía delante de sus ojos lo que le esperaba después de emprender cualquier intento de trasgredir las leyes de los amos. Una grosera muestra de correlación de fuerzas en cuya está basada el poder de la ley. Un procedimiento en que el “señor” no necesita presentar la razón por que está aplicando la ley sino simplemente demuestra quienes son sus enemigos y revela la manía con que les aplasta a ellos.

A pesar de todo esto, es en “la economía” de las torturas donde el Poder pronto encontrará el peligro que acecha detrás de la muestra de una atrocidad semejante. En cuanto la sociedad se va acostumbrando a la atrocidad que muestra el Poder vengándose, tanto el pueblo mismo tarde o temprano se dará cuenta que sólo con la respectiva violencia sea capaz de resistir. Pasaron bastantes años para que se complete este proceso de desplazar y enfocar el punto en que hay que aplicar torturas, de una representación directa del dolor exagerado a la turbia (aunque continua) representación de la tortura. Del cuerpo como receptor a la alma en que ahora siembran el terror.

Aunque luego en el siglo ΧΧ y ΧΧΙ la práctica de la tortura aparentemente se ha reducido, metida por debajo de la manta democrática del Poder y «limitada» sólo al nivel de interrogación (y no, como antes, directamente punitivo), la esencia de su «idea» sigue siendo la misma que en el siglo XVII. La implementación de la tortura siempre dependerá de la condición social del individuo en cuestión y de la «naturaleza» de este mismo individuo-criminal. La conexión irrompible entre la tortura y el poder judicial, la observación de la ley y la «justicia», siempre ha sido y será un instrumento en los manos de los poderosos para imponer y mantener su autoridad.

Incluso en el «país grandioso», que una vez era un foco de esperanza para los que buscaban en él su tan codiciado “cambio del mundo”, no se pudo evitar que exista la fatal sobrecarga del poder, el mismo uso de prácticas y métodos de imposición. Tortura para aniquilar a los anarquistas, a los disidentes e incluso a los pilares originales del partido bolchevique. Y, por supuesto, proyectando este teatro de horror sobre toda la sociedad , para crear un sentimiento de miedo y debilidad frente al Estado todopoderoso . Lamentablemente, los ejemplos por sí solos son suficientes como para llenar varias páginas del libro de la historia del mundo .

En Grecia a principios del siglo XX y mientras que el clima en Europa en general tenía algo del aire de la Revolución de Octubre, los comunistas tanto a nivel cuantitativo como con su teoría se iban consolidando en la escena política, y por otro lado el régimen ya tenía a su cuenta 8 huelguistas muertos en una de las primeras grandes huelgas en el país, – la de los mineros de Serifos-, muchos encarcelamientos, torturas y unos años más tarde, en el 1936 un primero manifestante muerto.

Y más o menos así (y en aquel entonces) se inicia una «caza de brujas» en contra de la amenaza comunista. Una caza dirigida por las fuerzas locales y extranjeras, donde una gran parte de la violencia ejercida por el Poder se enfoca en justo éste objetivo. Desde entonces y hasta la caída de la Junta muchos guerrilleros del Ejercito Democrático de Grecia y del Ejercito Popular de Liberación Griego morirán, cabezas de algunos de ellos “decorarán” las farolas, miles de comunistas serán torturados, los islotes rocosos se llenarán de los deportados, es decir el Estado asesina y tortura para frenar la subida del comunismo. Y si bien después de la Transición la expresión bruta de la violencia del Estado deja de ser tan intensa, crece y se fortalece un sadismo latente frente a una gran parte de la sociedad: el Estado ya se vuelve algo omnipotente e incuestionable.

La ofensiva del Poder ya no tiene esas características políticas tan claras y su objetivo se expande a los parias de la sociedad y, por supuesto, a los que resisten. El hecho de recibir la represión más «brutal” es un “privilegio” fijo que el Estado guarda para los que resisten. Con esto obviamente no me refiero a la violencia en términos cuantitativos (ni la violencia física ni la judicial) y las comillas las estoy usando para dividir la violencia en el nivel de espectáculo. Las torturas contra inmigrantes, prostitutas y todo (pequeño) delincuente que suceden dentro de las comisarías o largas penas de prisión para las personas que para una gran parte de la sociedad resultan simplemente invisibles, salen a la luz sólo por «error». De algún agujero en el «manto» que cubre la atrocidad de los órganos ejecutivos del poder.

Por otro lado el Estado agota todo su talento cinematográfico cuando se trata de detenciones de sus rivales políticos, montando superproducciones que durante días «decoran» las noticias televisivas. Allí la atrocidad del Poder está presentada como una necesidad, como un método necesario para luchar contra el enemigo interno (como ha ocurrido en varios casos de arrestos de anarquistas ).

Discretamente e indirectamente en el cuerpo social se está induciendo la aceptación, una aceptación que se trasforma en «castración» del pensamiento, de cualquier ánimo crítico y agresivo hacia la omnipotencia del Estado. El resultado es un silencio cómplice. Y puede ser que lo de “discretamente e indirectamente” parece tautología, pero en realidad no lo es. El Estado niega oficialmente cualquier “implicación» en las palizas cometidas en comisarías y en campos de concentración para inmigrantes, al mismo tiempo estresando que tales movidas son producto de la imaginación o ya sea constituyen una excepción, de esta manera separando con destreza el papel de policía con el de gobierno . Por otro lado, ofrece toda la libertad a sus totalmente controlados medios de comunicación de identificar de nuevo la Policía con el Estado. Así justificando la violencia que según ellos en primer lugar viene como una reacción lógica del Estado cuando éste se siente amenazado.

De esta manera indirectamente se establece la percepción de que el Estado (tan poderoso) tiene mecanismos y automatismos que no puedes y no debes combatir.

De lo de «simplemente hicieron su trabajo» a lo de “bien le hicieron al maricón ése» la distancia es desesperadamente pequeña. Para ser exactos, el que expresa a esta primera opinión casi siempre será de acuerdo con o incluso superará a este de la segunda .

Esto confirma que el sadismo pronunciado por la capa superior de la pirámide autoritaria tiene su base en el conjunto de la sociedad y en las relaciones de poder cotidianas que se reproducen en ella.

La democracia burguesa engendra y alimenta el sadismo latente en el día a día. En una cotidianidad que trata de restaurar moralmente la expansión bruta del sistema capitalista. La persona del siglo XXI se vuelve cada vez más impasible ante la visión de la muerte. Dentro de este clima de apatía generalizada y aprovechando las leyes de la inercia, los poderosos del mundo «civilizado» frenaron bruscamente la práctica de la tortura, pero la mentalidad detrás de ella sigue impregnando las mentes de sus súbditos. .

Así, el mito de Prometeo y de tormento eterno que fue condenado de sufrir, ha encontrado su metáfora literal en la pena de cárcel y aunque la idea de una tortura que continúa a lo largo del tiempo supera en su atrocidad lo de la tortura en sí, se vuelve también legítima. La uniformidad de la prisión «fría» parece más “hermosa», más suave y más ética para el «mundo civilizado» que una imposición insensible del Poder a través de la tortura. Sin embargo, la aceptación de una institución que por su propia naturaleza resulta tan inhumano como la prisión, como un método de castigo ejercido sobre los cuerpos de los criminales no se ha producido de un día al otro.

El Poder siempre ha buscado la forma más adecuada para imponerse, para prevalecer. Concluyendo, por lo tanto, es más fácil de implantar la sensación de sumisión y «disciplina» a largo plazo, a través de la vida diaria, en lugar de continuamente intentar infligirlo mediante instituciones violentas y crueles que acompañan el Poder.

Es allí donde los mecanismos autoritarios encontraron la esencia de la imposición: en la «disciplina». Es la mejor base para «construir» a un individuo sumiso. El encarcelamiento a su vez busca la subordinación del individuo al Estado, quiere crear unas personas “lobotomizadas”.

Procedimiento que incluso si aparece como una relación codificada, se reproduce y evoluciona desde el momento del nacimiento de cada persona hasta su muerte. Nacemos (y moriremos) en espacios, — a pesar de que el momento del nacimiento no nos damos cuenta de ello–, construidos según patrones de uniformidad y cuya función es someter el individuo.

La escuela es el primer contacto directo con el concepto y la cultura de la prisión. Un espacio reducido e uniforme, con bien determinado tiempo de salida al patio, donde siempre debes obedecer a tus maestros “superiores» y no escaparse del rebaño disciplinado.

Exactamente las mismas características siguen a partir de ese momento y luego infunden la «disciplina» en cada persona, en los lugares de trabajo, en las universidades, en la mili, en todas las estructuras y relaciones del sistema capitalista.

Fin a los cantos melodramáticos, a partir de ahora la realidad será implacable, la guerra bramará todos los días y la única manera que encontraras para evitarla será tras alejarse silenciosamente, cerrándote en tu pequeño mundillo y en el penúltimo momento cuando los tiempos reclamarán tu participación ya serás incapaz de tomar una posición.

El tema es hasta que saltes en el abismo. El camino a partir de ahí se determina por las decisiones que hiciste hasta entonces.
Para su propio viaje cada uno hace su propio camino. A pesar de todo esto, sin embargo, tal vez se trata de algo que hay que describir en algún otro texto y si…

De momento voy a dejar a lado la cuestión de mentalidad que legitima, tanto moralmente como a nivel de consciencia, la privación de libertad. Como no hay resistencia social ni el ánimo combativo, el Poder encuentra espacio necesario para crecer y desarrollarse, consolidando y agudizando sus métodos represivos.

Incluso la gente “neutral” que con indiferencia observan la expansión de la violencia del Estado están contemplando los lejanos paisajes de libertad, pero no buscan, –o mejor decir–, se niegan a luchar para llegar allí.

Además, ¿ que sería una prisión sin carceleros? Una persona «simple y normal» acumula en su interior toda la brutalidad y el sadismo del poder de Estado expresada por un simple giro de una llave. Un movimiento de una mano y junto al ruido de la cerradura resuenan siglos enteros de opresión y explotación, miles de voces de las personas que fueron torturadas, encarceladas y ejecutadas por la misma fuerza que impulsa a la mano que hace que este movimiento resulta tan insignificante y al mismo tiempo tan decisivo para el curso la historia .
Y allí está “el borde de abismo» donde inicia una otra inmersión, diferente de la anterior. Un salto hacia adentro, hacia el rincón más lejano de tu mente, de tus pensamientos, de tus emociones.
Preguntas y respuestas que poco a poco están llegando más y más al fondo, más «atrás» y más «adelante”.

Allí lo de “atrás y adelante” sólo se puede entender poniéndole entre comillas. El tiempo, la distancia, TODO tiene una continuidad confusa.

Y siempre,–como si eso fuera guiado por algo externo a ti–, acabas en una conclusión final (aparte de todos los errores y malas pasadas que también forman parte del juego): cada segundo y cada latido del corazón son unas otras expresiones de la lucha por la libertad.

Aun así, incluso acá dentro, ni por un momento nos podemos olvidar a todo por lo que estamos luchando.

Cambia sin duda el «filtro» a través de que ves el mundo, la idea misma de ser privado de ciertas personas, de momentos, de contacto y de un cielo libre de telas metálicas y alambre de púas, tiene un efecto inmediato también en la misma lucha . Es como despertar y tratar de recordar el sueño que has visto. No importa cuantos detalles te vas a recordar, la sensación nunca será la misma.

Y allí está la apuesta, en permanecer, dentro de lo posible, intacto frente a “la corrección”, en rechazar el papel que, una vez más, te imponen.

El objetivo principal del sistema penitenciario desde sus comienzos fue la «reinserción» de los marginados, reinserción de los «engranajes dañados» en el sistema productivo.

Allí está la trasformación más importante de la política represiva. La represión ya no se limita a los niveles punitivos, su objetivo es “el correcionalismo”, el encierro y la experimentación en lo que se refiere a las prácticas y métodos de control . «La mente es el objetivo», como bien se ha dicho. El trabajo, la escuela y la iglesia situadas dentro de la cárcel son señales de exactamente este cambio.

El crimen (y por supuesto los criminales) son el resultado de un «ajuste incorrecto» en el modelo productivo. Necesitan corrección y para eso el criminal tiene que entrar de nuevo en la norma de producción. Y si bien el objetivo es la reinserción en el sistema capitalista, en realidad la cárcel es un espacio desarrollado por el capitalismo mismo, simplemente en su versión ilegal. Además, como ya lo hemos dicho, el mecanismo autoritario «golpea» al individuo en sus relaciones personales , se impone como necesidad y crea las condiciones adecuadas para su expansión total. Bajo el capitalismo la persona es (tiene que ser) inherente como unidad en el complejo social, esta fragmentación y internalización de cualquier sentido de lo «colectivo» fortalecen el sistema .

Por lo tanto, la prisión no puede ser nada otro sino una miniatura de la sociedad misma que «preserva» a su propia existencia. Y mientras que, en teoría, se podría pensar que las personas que están encarceladas crearán (aunque sea) un sentido de comunidad como respuesta a la represión que reciben, el capitalismo, por una vez más, impone la supremacía de lo «individual» sobre lo «colectivo». El resultado son la gente desconectada entre sí, gente satisfecha con las alianzas basadas en su origen racial y las camarillas unidas por un interés común.

Por supuesto, cuando me refiero a los presos no les percibo como un conjunto de personas que son rebeldes y combatientes natos. Pero sí que estoy hablando de personas que han sufrido directamente la represión del poder del Estado y esto pone un denominador común. Sin embargo, sabemos muy bien que (cualquier) «denominador común» nunca ha sido la razón suficiente para consolidar y ampliar la lucha.

Personas de diferentes capas sociales, de distintos orígenes y diferentes experiencias han compartido durante siglos el sueño de la revolución . E incluso si la legalidad burguesa engendra a la delincuencia, esta última a su vez no genera, por definición, la rebelión del individuo ni por lo tanto la revolución.

En resumen, la experiencia común de la prisión más bien está castrando en vez de generar las condiciones previas para la rebeldía. A pesar de que casi todo individuo, desde el primer momento en que se encuentra dentro de las muros, está pensando y soñando con la libertad, sólo una pequeña minoría (hoy en día por lo menos) intenta luego hacer el paso hacia la realización de este sueño.
De este modo el Poder asegura a su victoria. Con las «mejores condiciones de encarcelamiento», con los «privilegios», con la concesión de permisos y cualquier otra cosa que se describe como «la cara más humana » de la cárcel, en las últimas décadas el Poder ha logrado mantener la tan codiciada calma dentro de los muros.

¿Ves?, poco a poco te estás acostumbrando a las noches, a los sonidos de la cárcel, a las noches privadas de luna, y con el paso de tiempo todo eso te parece cada vez más trivial, hasta algún momento en que, tal vez por casualidad, lo veas de nuevo frente tuyo y los días otra vez empezarán a recuperar su significado.

Esta importancia tan particular del tiempo te recuerda a que no debes dejar ni un día perdido, ni una noche más sin la vista de luna entre las rejas. . .

Y te duermes en un «rincón» del presente soñando ansiosamente el futuro. El futuro de una vida libre.

Es muy posible que llegarán días en que lo de pegar carteles será considerado «instigación a delinquir» y la participación en las manifestaciones será una «asociación criminal». Días en que cada uno de los ateneos y cada una de las okupas será bautizada como «piso franco».

A aquellos días no les tememos,¡los esperamos! A medida que la crisis se profundiza en tanto en nivel social como económico, el proyecto represivo se enfocará en el entorno combativo y luchador. Y por cierto esta ofensiva desbordada de la represión no busca a excusas ni pretextos, no se alimenta por ataques (armados o no) lanzados contra el Poder, sino constituye una consecuencia de la falta de estos ataques. Para evitar malos entendidos, no quiero decir que, por ejemplo, un golpe armado va a frenar la carga del totalitarismo, aunque sí creo que la falta de ataques les facilita el trabajo. No obstante me refiero al hecho que la violencia que viene «desde abajo» es el resultado de la violencia engendrada y ejercida por el sistema capitalista.

La guerra está bramando y requiere la participación de toda persona que resiste, con todos los medios que esta dispone. El objetivo de esta guerra nunca era la victoria, ya que la revolución, –por suerte o no–, no debe ser interpretada y analizada según el dipolo de “victoria o derrota”.

El respiro vivificante de la lucha es participar y hacer destacar a cada una de las batallas, en todo momento en que el Poder trata de imponerse. A través de una acción directa, desde los calabozos de alguna comisaría, desde la cárcel, desde el tribunal, desde la calle, desde cualquier parte, cada batalla que se lleva a cabo es liberada de la necesidad de obtener resultado.

Y no perdiéndose en insipidez, sino añadiendo «puntos» al mapa de la revolución. No por la anarquía sino con la anarquía en nuestros corazones, en nuestras relaciones y en nuestras proyectualidades.

Vivimos sonriendo y cuando lloramos ahogamos nuestras lágrimas cantando …
Aún así, incluso si nuestra vida es una predeterminada línea recta hasta un fin seguro, — hacia un “objetivo» único–, e incluso si nuestras «canciones» hablan sólo sobre la muerte, ¡seguimos adelante!
Sonriendo.

Avanzando hacia la eterna perplejidad de la muerte.

Andreas-Dimitris Bourzoukos

Ala A de la cárcel de Koridallos

Noviembre de 2013

PS. Solidaridad y FUERZA a los comunistas revolucionarios de Turquía que están en huelga de hambre tratando de parar su extradición. Que su coraje y la firmeza con que se enfrentan a la muerte lenta de la huelga de hambre sean fuente de fuerza para la continuación de nuestra lucha por la libertad. Ningún luchador solo en la batalla contra el totalitarismo capitalista.*

Nota de traducción:

*El 15 de Noviembre de 2013, los 4 presos comunistas turcos encarcelados en Koridallos (Atenas) terminaron su huelga de hambre que duró 53 días, dado que su demanda más importante (frenar la extradición de uno de ellos a Turquía) ha sido respondida positivamente.