Presentamos la reciente carta del compañero Nikos Romanos, actualmente encarcelado en prisión de menores en Avlona (la carta en griego está aquí: ).
Recordamos que el juicio de Nikos, junto con 5 compañeros más, todos acusados de doble atraco a los bancos en localidad de Velvedo, se iniciará el 29 de Noviembre (más información aquí )
Reflexiones desde las cadenas del cautiverio…
Con nuestros demonios internos como destino final…
Residente en el país del tiempo congelado desde casi un año, el hielo ya se ha expandido por mi cuerpo. La cotidianidad monótona, los movimientos repetitivos, la inmovilidad general. Aquí las fronteras se han trasformado en las puertas de hierro y paredes.
Paseo por el patio, cuarenta pasos arriba-abajo, treinta-cinco pasos de la izquierda a la derecha. Luego el muro. Arriba-abajo, arriba-abajo, derecha-izquierda, derecha-izquierda. Con el paso del tiempo empiezas a recitar de memoria los detalles espeluznantes de los límites de piedra que te impiden hacer tu cuadragésimo primero paso. Memorizar dónde están los diferentes garabatos, dónde está cada una de las protuberancias del muro. Y creo que esto es lógico, ya que día tras día incontables veces lo encuentro delante mio.
El reloj que escondo dentro de mi cuerpo se había congelado también. Aunque sé que el tiempo de mi vida fluye hacia atrás, me pongo a dudar y los cálculos matemáticos carcelarios relacionados con mi estancia aquí me dan asco. La puesta en libertad condicional después de cumplir 3/5 de la condena, el permiso después de cumplir 1/3 de la condena, tantos años para cumplir haciendo jornales y tantos sin hacerles.
Siempre detestaba las matemáticas que determinan sobre mi vida. Si tuviera alguna inclinación hacia ello, probablemente nunca volvería a elegir ese tipo de vida. Una simple ecuación hecha por los burócratas de la contabilidad revolucionaria me hubiera convencido. Me hubieran dicho que “anarquía + guerrilla urbana = clandestinidad = muerte o cárcel” y ahora creyeran que tenían razón. “¡Que se jodan!” les diría, tanto entonces como ahora. La vida humana no quepa en fracciones y ecuaciones. Y la pasión por la libertad no está perseguida por ningún fantasma de capitulación. Eso es tan simple como las ecuaciones matemáticas de derrota cuyas aborrezco tanto.
Volvamos sin embargo a aquello reloj interior. Mientras que estuve en clandestinidad mi reloj interior se había ido al relojero y el relojero lo envió al psiquiátrico. Cuando le pregunte por qué, me dijo que allí van todos los relojes que habitan en los cuerpos de los que que combaten contra el destino del esclavo eterno. La diagnosis oficial era: “ha sido afinado por manos anómalas”.
Pero lo que hizo el reloj aquello fue desafiar los órdenes y los llamamientos de regresar a la normalidad de una exención calculada con precisión quirúrgica. Así, una hermosa noche de luna dio un salto hacia la libertad y huyó de la celda blanca del hospital psiquiátrico. Me encontré con él de nuevo en un cita conspirativa, después de que los dos hemos tomado las precauciones necesarias. Tuvimos una charla honesta que acabó con las promesas hermosas y una decisión importante.
Nuca más esclavos, nunca más bajar la mirada, nunca más solos. Para siempre en la orilla opuesta, para siempre rebeldes y sacrílegos, para siempre en el sendero de las personas libres. Para siempre, ¿me escuchas?
Odio a aquellos que tienen esa perversión de exigir sumisión. Para ellos las cabezas agachadas y el silencio constituyen algo como ceremonia en que el amo confirma a su esclavo como digno de servirle.
Odio también a la lógica de los esclavos mismos que sienten que la sumisión es una forma de expiar sus penas. Conozco que son pocos los que van a escapar de ese laberinto. Pienso que haya miles de páginas de historia en que los revolucionarios tratan de trazar las rutas de escape, de indicar el hilo de Ariadna. Acabo pensando que quizá eso no tiene sentido porque los que lograron fugarse no han seguido ninguna ruta establecida sino escucharon los latidos de sus corazones.
Respiro profundamente antes de volver a la cárcel. Aquí mi reloj está bien congelado. Quiero decir que está totalmente desorientado y los puntos de referencia se perdieron junto con cualquier esperanza por algo que vale la pena.
Sin embargo, incluso así he encontrado una manera, aunque sea temporalmente, de romper el hielo y oírlo, aunque sea por unos minutos. Es el momento que salgo al patio y me pongo los auriculares para escuchar música.
Ahí se esconde el secreto que lo pone en marcha, mis planes se despliegan ante de mis ojos, los imágenes, los pensamientos y las emociones bailan al ritmo de la música. Me limitaré a describir su contenido con una sola palabra. Venganza. Sé que no pueden tenerme aquí dentro para siempre. Sé también que mucha gente ha tenido las mismas reflexiones que yo y luego se conformaron aplazándolo una y otra vez. No me preocupo por eso, además cada uno de nuestros pasos es también un pequeño desafío a las estadísticas hechas por los teoréticos de la vida.
Lo juro por mí mismo que cada una de las amenazas se volverá praxis. Lo pagarán, lo pagarán, lo pagarán. Por esa paranoia organizada que nos ofrecen, por cada uno de los días de cautiverio, por cada uno de los insultos penitenciarios lanzado contra nuestra individualidad, por cada uno de los años de cárcel que nos van a meter, por cada uno de los “buenos días” que dijimos a la gente que amamos a través de esa jodida cabina de teléfono, por cada una de las “buenas noches” pronunciadas con una voz temblorosa mientras que el sol cae entre las montañas, allí detrás del alambre de púas. Y cuando vendrá la hora aquella voy a reírme, cuando el terror les hará una visita en sus casas sin ser invitado. Voy a reírme y nadie me lo va a impedir.
El odio dentro de mí está brotando cada vez más, se convierte en incendio que se esconde en mis entrañas. Por un momento estoy soñando que me convierto en un dragón y me siento a la cima de esa montaña más alta que se puede ver desde el patio. Un poco antes del asalto ese monstruo tan ilógico decide de comportarse de forma lógica, como un anarquista tira-bombas que avisa antes sobre la explosión de su ira, lleva sobre sus alas solamente sus amigos para colocar a ellos también en esta cima. “No hay que perderse este espectáculo” les dice. Enseguida abre sus alas y volando sobre la cárcel desata el fuego que durante tanto tiempo ardía en su interior, encima de ese edificio podrido y contra sus tristes habitantes y sus “honrados” empleados. Luego regresa a la cima más alta donde ha dejado sus amigos y junto con ellos está mirando el fuego que, siendo su fiel aliado, completa su obra.
Las noticias de las ocho de la tarde hablan sobre “un saldo trágico” y “la violencia ciega”.
Todos corren para tomar parte en la competición quién condenará el hecho más rotundamente.
Sin embargo, hubo también las excepciones. Eran los que habían sentido en su propio pellejo como el rugido de la muerte lenta, de la represión de sentidos humanos y de la pesadilla del cautiverio prolongado les acompañan día tras día. Eran los que por la mañana despertaron con un sonrisa enorme sobre sus labios. Y desde cada rincón del mundo centenares de voces repetían al mismo tiempo:
¡FUEGO A LAS CÁRCELES!
“Si yo fuera el viento me volvería la tormenta, si yo fuera la llama quemaría el mundo entero, si yo fuera el agua me volvería el torrente diluvial para inundarlo, si yo fuera el dios le mandaría al infierno, si yo fuera el Cristo degollaría a todos los cristianos, si yo fuera la emoción llenaría la gente con rabia, si yo fuera el arma dispararía contra mis enemigos, si yo fuera el sueño me convertiría en una pesadilla, si yo fuera la esperanza me echaría a arder en las almas de los rebeldes como una barricada llameante.”
De momento me conformo con mandar todo mi amor a aquellos que se arman con sueños para luchar contra la civilización del Poder. Incitados a fugarse junto con su reloj desde el mundo del orden y pasar al ataque, con todos los medios, contra nuestros opresores.
¡Ahora y para siempre!
¡Ataque contra la máquina social!
¡Viva la Anarquía!
Nikos Romanos
Cárcel de Avlona
Noviembre de 2013