Carta de Rami Sirianos
Vivimos sin duda en un periodo en que el conjunto de condiciones de vida en ese mundo se está reajustando de nuevo. El reluciente escaparate del capitalismo se hizo añicos y dejó a la vista lo que hay detrás: un proceso de putrefacción y decadencia. Las ilusiones democráticas y las promesas capitalistas escapan rápidamente junto a una abundancia ficticia (tras prestamos) de la época dorada del capitalismo de las décadas pasadas, ahora cuando la “tierra prometida” con piscina privada, 2 coches y 4 televisores desaparecieron dejando en su lugar un desierto gris de la depresión, desesperación, inseguridad y del miedo. El Dominio, mostrando una flexibilidad de lo más apta, se repliega hacia un nuevo tipo de digitalmente programado totalitarismo y se atrinchera con nuevos cuerpos de policía, biométricas bases de datos y unas nuevas, más elásticas, legislaciones “antiterroristas”, todo esto en un intento de fortificarse en contra del enemigo interno, que está amenazando a esa tan frágil paz social. Ese “invisible” campo de trabajos forzados social se convierte en una cárcel de alta seguridad, mientras que la construida durante años cohesión social está reajustando de nuevo las reglas sobre cuales fue basada. Está cuestionando de nuevo el acceso a la riqueza y consumo, las promesas y esperanzas por una subida y reconocimiento social, el papel del trabajo asalariado como medio para cumplir necesidades y deseos o como billete para la auto-realización de uno mismo en un mundo de sueños y sensaciones consumistas.
El trabajo no existe simple y exclusivamente como un económico proceso de comercialización de la actividad humana. Debido a su carácter totalitario, se impone como una condición general y universal bajo la cual se están creando y formando relaciones y consciencias. Fue tras dar un nuevo significado al trabajo, convertirlo en medio para obtener la subida social y satisfacer las promesas capitalistas de tomar parte en el consumo, como el Poder ha reinventado y recreado el discurso dominante en los cerebros de sus súbditos, lo difundió y expandió, lo consolidó ya entre todas las clases sociales. Las retoricas sobre “empresarios que se hicieron fortunas por sí mismos”, sobre reconocimiento social obtenido tras créditos bancarios, pero también sobre auto-realización tras consumo, en los oídos diligentes han encontrado un terreno fértil para cultivar las consciencias caníbales que como su valor supremo tienen la despiadada, sea sobre las cadáveres, caza por prestigio, poder y riqueza. La vieja clase obrera se vuelve pequeños burgueses propietarios y identifica sus propios intereses con aquellos de sistema, puesto que aparte de sus cadenas (que ya se hicieron plásticas y tienen forma de préstamo) tiene para perder también sus comodidades y su estatus social. Bajo la condición del consenso generalizo que se está configurando, las fuerzas represivas tradicionales se “retiran” a la retaguardia (aunque en secreto se están desarrollando), y se está lanzando una campaña de decaimiento y individualización, que como punta de lanza tiene unos prefabricados modelos de estilo de vida, el acceso a los centros de entretenimiento, el reconocimiento social y la felicidad consumista. La paz social está asegurada con la satisfacción de los nuevos deseos colectivos de la sociedad que, hambrienta por consumir productos e imágenes se entrega a una orgia de despojar su propia existencia de cualquier sentido. Esta es la época en que la pobreza existencial se hace más profunda, la individualización y la preocupación sólo por su propio pellejo extienden sus raíces en las consciencias de la gente y la vida va perdiendo más y más cualquier sentido, enjaulada en horarios, “reality shows” televisivos, estandarizados encajes del entretenimiento y imágenes de felicidad ficticia. Sin embargo, la fiesta tenía una fecha de expiración. Ahora llegó la hora de hacer la cuenta y se la tendrá que pagar con comisión.
Nuevas condiciones sociales que se están configurando llegan para hacer el paso de la internalización del control (que era posible tras acceso a los bienes materiales y al poder) a la internalización de la obediencia tras miedo, inseguridad, horarios laborales flexibles, desempleo e imagen de zonas enteras ocupadas por mercenarios policiales. Usando la crisis internacional financiera como pretexto, se está intentando –a una escala sin precedentes-redistribuir la riqueza hacia los sectores sociales más altos y al mismo tiempo reestructurar todo el conjunto de las relaciones sociales. La ficticia imagen de la opulencia se está rompiendo en pedazos, como también las ilusiones que le acompañaban, y en su lugar amanezca la visión de un futuro inexorable. El miedo e incertidumbre remplazan las promesas que hasta ahora fueron el eje principal de la mecánica social, ponen sus raíces en las mentes de los, aún hace poco bastante contentos, súbditos, los cuales ven como sus “paraísos terrenales” hechos de préstamos se caen en pedazos y ven como les toca el destino al cual ellos mismos – sin preocuparse por el sangre que se iba derramando en el camino de su progreso y felicidad- condenaban hasta hace muy recién la gente que vive en el margen del capitalismo. El trabajo asalariado, siendo la piedra angular de los cambios sociales más amplios, queda despojado de su manto de “medio de avanzar y ser feliz” y desmitificado, así dejando ya muy claro su verdadero rostro, su naturaleza: un sacado por amenazas proceso de producción de desigualdades y una explotación. En estas condiciones, cuando los tradicionales mecanismos de consenso que anteriormente funcionaban bien poco a poco se van derrumbando y la cohesión social se hace mas y mas delicada, el Dominio adopta un discurso bélico, declarando un permanente estado de excepción y se atrinchera detrás de las nuevas, más flexibles, legislaciones “antiterroristas”, bases de datos biológicos, sistemas de vigilancia y miles de nuevos contratados policías/mercenarios urbanos, preparados para imponer un nuevo totalitarismo.
La reanimación de las practicas insurreccionales en todo el mundo, la reaparición de la guerrilla metropolitana, las marchas combativas y disturbios por todos lados, las revueltas en el mundo árabe, la creciente desconfianza hacia el papel de intermediario del régimen que juega la Izquierda, y además la vuelta a unas formas de lucha más radicales, todo esto nos recuerda que : la apuesta por un cambio revolucionario no se ha perdido ni olvidado, sino entra de nuevo en la arena, aun más perentoria, mas vital que nunca. Las persecuciones penales, encarcelamientos y asesinatos de los que luchan no son el resultado del ataque lanzado por el Dominio, sino constituyen sus obras defensivas, hechas para afrontar el crujido en sus fundamentos, que se hace más y más intenso, mientras que la fe en el imagen de su omnipotencia se va perdiendo cada día más.
El 31 de enero, cuando estaba huyendo después de realizar el atraco a la subasta de vehículos organizada por Organización de Gestión de los Bienes Públicos A.E. (se trata de un órgano que maneja gran gama de subastas y es responsable de la liquidación, principalmente de coches y motos pero también de muchos otros bienes confiscados por los maderos o por la aduana) fui rodeado y detenido por cerdos uniformados de la brigada DIAS. Me llevaron a la Comisaria Central de Tesalónica, donde me desnudaron dejándome sólo en calzoncillos, me esposaron por detrás y me pusieron de pie para que mirase la pared durante más o menos 7 horas, mientras que varios secretas y otros maderos hacen el desfile para verme. Continuamente me niego de decir cualquier cosa aparte de que soy anarquista, también me niego que me tomasen huellas y fotos.
Luego me llevan a mi casa para registrarla y a cabo de 5 horas que eso duró volvemos a Comisaria Central. Una vez ahí, una decena de maderos me rodea y su jefe intenta de empezar un procedimiento de interrogación pero también de una humillación ética, lo hace de manera “charla entre amigos”, y entre otras escucho cosas grotescas como por ejemplo: “nosotros somos los verdaderos revolucionarios, tu eres un pendejo”, “nosotros estamos en contra de los bancos” (¡!!), pero también “porque no te ayudes a ti mismo, el otro ya ha hablado” (como vemos algunas clichés nunca mueren…), etc. Lo único que les digo una y otra vez es que soy anarquista revolucionario y que ellos no son nada más que matones del Poder, simples aplicadores de la ley sin voluntad ninguna, que al cambio de un sueldo humillan, torturan y asesinan. Cuando llega la mañana, después de comunicarme con mi abogado me entero que, debido a un papelito con un número de teléfono que por un trágico error me olvidé que tenía encima, detuvieron a una otra persona que conozco, que también pertenece al ámbito antiautoritario, y que los medios de comunicación publicaron fotos de nosotros dos. A continuación nos llevan a los juzgados haciendo su tan conocido espectáculo de crear impresiones: nos ponen unos blancos chalecos antibalas mientras que los maderos con pasamontañas presos de pánico representan alguna cutre escena sacada de la peli de acción de Hollywood. Al juez de instrucción le digo solamente que lo que hice lo hice como anarquista en el marco de rechazo al trabajo y que el otro acusado no tiene nada que ver con ese caso. Ordenan de ponerme en cárcel preventiva, mientras que al otro compañero le dejan libre, puesto que en el momento mismo del atraco trabajó en la autogestionada cafetería en la Politécnica, algo que confirmaron decenas de testigos.
El atraco a los escubridores de OGBP A.E. es una expresión honrada de mi rechazo de someterme a la opresiva y vacía de contenido realidad impuesta por ese cortado en trozos espacio y tiempo de los horarios y trayectos pre-determinados, de los forzados “debes” que ordenan los jefes a los enajenados “quiero” que expresan sus súbditos, de un proceso de producción que convierte la gente en unas vivas piezas de recambio para la máquina de consumo de imágenes y productos. Negándome a imitar tanto el papel de la victima de explotación utilizada por cada pequeño o grande jefe como el de sacrificador o colaborador de la explotación misma, asqueado tanto por el moral sumiso de obrero “pobre pero honrado” como por la llena de ambiciones arrogancia de “carrerista exitoso”, percibiendo todo el conjunto de las relaciones sociales como una enajenada consecuencia de la producción capitalista, decidí de pasar a la acción individual lanzándome al polimórfico proceso anarquista revolucionario, proceso la parte de cual forma también el rechazo del trabajo. El rechazo del trabajo no puede ser una simple opción alejada de la más general ruptura con la jerarquía y evidentemente no es el medio con que sea llevada a cabo (por ejemplo un atraco) lo que la define como tal. Asaltos y robos fácilmente pueden degenerar en un trabajo con horarios fijos y todo lo que ese incluye: arrogancia propia de los ricos, participación en el consumo, fragmentación de tiempo según los “horarios” del curro y el desarrollo de una (delincuente) identidad profesional. Atracos, secuestros, individuales o colectivas expropiaciones de bienes, sabotajes, ataques contra objetivos económicos, experiencias de vivir colectivamente, mercadillos gratuitos…todos esos son medios que dan el significado al rechazo total del mundo de trabajo, producción y consumo, si la concientización que conllevan se adhiriese a una más amplia lucha revolucionaria por la liberación individual y colectiva.
Siendo parte de este movimiento polimórfico, me encuentro ahora encarcelado en las mazmorras de Ioannina pagando el costo de mis conscientes decisiones. Lo único de que me arrepiento es que no hice más cosas fuera de los muros.
Ni un paso atrás.
Rami Sirianos
Centro penitenciario de Ioannina
Abril de 2011