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Recibimos, traducimos y publicamos:
Las Malas Pasiones – El derecho del Ser: Sobre el Anti-Cristianismo, por Maurizio De Simona
Nota de Ediciones Cerbero
«La contribución en este fragmento de un texto más largo que se publicará más adelante cubrirá un amplio terreno crítico de un examen minucioso sobre el debate abierto (o al menos hecho público) por mi compañero egoísta y afín Federico Buono sobre los temas anti-jurídicos y sobre la ética o no ética con respecto a vivir ilegalmente aquí y ahora.
«Este texto provisional está destinado a ser, a partir del anti-cristianismo, una señal para dar cabida a la intervención escrita de los compañeros egoístas que sientan la necesidad y el querer participar para nutrir este proyecto nihilista. Los textos complementarán un panfleto que editaremos como Edizioni Cerbero.
«Este texto conserva las palabras del compañero Gabriel Pombo Da Silva y vuelve a reubicarse en estos días de Navidad, su saludo de solidaridad con los presos de la Conspiración de las Células de Fuego y de la FAI – sección Indonesia.
«Por una Navidad negra y nihilista que siembre terror».
LAS MALAS PASIONES – EL DERECHO DEL SER
Sobre el Anti-Cristianismo
«¡Es suficiente! Quien habla así es un enemigo del pueblo! «
UN HOMBRE (desde la muchedumbre)
de Un enemigo del Pueblo de H. Ibsen
Premisa
Sería conveniente hacer un análisis detallado del pensamiento anti-jurídico en la obra de Stirner El único y su propiedad, que es rico en contenido sobre el tema, me atrevería a decir fundamental para un estudio-teórico y práctico individualista en el campo del Derecho.
Stirner inmediatamente enfrenta el problema del Derecho en las primeras páginas introductorias destacando lo que el Ser (y no el Hombre), reducido a simple sujeto-ciudadano, no está llamado a ser: «ser egoísta». “Únicamente mi causa no puede ser nunca mi causa. ‘Vergüenza del egoísta que no piensa más que en sí mismo’”. El autor de El único y su propiedad destruye esta supuesta verdad que no es sino una mentira perpetuada y consolidada, aun ahora, debido a un Cristianismo dominante. [1]
Todo lo que nace
está escrito que se pudrirá
Todo perece
en el destino de tu
aliento inmaduro
Todo lo tocado
sufre dolor, se desintegra
el ego cae al vacío
consumido por la farsa de los tiempos [2]
La causa de Dios y del Hombre no es mi preocupación, ésa no es mi causa. No hay una causa, sea la Humanidad, la verdad, la moral, la ética, etc, no me arrodillo ante causas superiores, en vez de eso, hago mi propia causa y mi fin, y llego a ser y soy un egoísta. Aquí uno puede percibir desde la gruta donde reposa mi egoísmo, el Cerberus [el perro guardián de las puertas de Hades] de las pasiones voraces, «la negación de los demás», la cual cualquiera sacrificaría por una tarde con una mujer de lujo, pero yo no aplaco mi ira y el deseo insaciable de gozar de mí mismo y rechazo – esto es muy importante – los conceptos y principios del Derecho que están por fuera de mi ser.
Para los menos atentos podría parecer que me estoy olvidando el tema principal de este texto, pero no es así. La base que he descrito antes para una inflexibilidad radical frente a la ley y también a cualquier órgano que la promueve y la emana, ya sea por ser un teatro que es éticamente aceptado por la masa o la expresión de una minoría restringida, uno se debe resistir absolutamente, partiendo de estas consideraciones en lo individual.
El Derecho es el enemigo a destrozar a fin de revelar la gran decepción moral que reside en todas las comodidades dentro de la mentira y la ilusión de precisamente tal derecho, uno que sea justo [apropiado] para todos. Los fantasmas con los que el Yo tiene que lidiar son muchos y, en la lucha los que se enfrentan a la crítica anti-jurídica, son aún muchos más. Los muchos y diversos predicadores-ladrones del Ser acuden a asegurar que la muerte del terror se amplifica en el ritual de sumisión en estos esclavos infatigables.
«Todo santo, pero en particular los mártires, son testigos de Dios, que es Amor: Deus caritas est. El campo de concentración Nazi, al igual que todos los campos de exterminio, podrían ser considerados símbolos extremos del mal, del infierno que se abre de par en par sobre la tierra cuando el Hombre olvida a Dios y actúa en Su lugar, usurpando su derecho de decidir qué es lo bueno y qué es lo malo, para dar la vida y la muerte. Lamentablemente, este triste fenómeno no se limita al campo de concentración. Estos son más bien la culminación de una realidad amplia y generalizada, a menudo de límites cambiantes. Los santos, a los que he me referido, nos hacen reflexionar sobre las profundas diferencias que existen entre el humanismo ateo y el humanismo cristiano; una antítesis que atraviesa toda la historia, pero que, al final del segundo milenio, con el nihilismo del presente, ha llegado a un punto crucial, como los grandes escritores y pensadores percibieron, y como los acontecimientos demostraron ampliamente. Por un lado, existen filosofías e ideologías, pero también cada vez más formas de pensar y de actuar, que exaltan la libertad como el único principio del hombre, como una alternativa a Dios, y así transforma al hombre en un dios, pero es un dios equivocado, que arbitrariamente crea su propio sistema de conducta. Por otro lado, tenemos precisamente a los santos, quienes, practicando el Evangelio a través de la caridad, lo hacen motivo de su esperanza; ellos muestran el verdadero rostro de Dios, que es Amor, y, al mismo tiempo, el verdadero rostro del hombre, creado a gusto y semejanza divina». [3]
Los desvaríos de un viejo hombre delirante en las garras de la ambición de poder.
«De hecho, la religión griega, los cultos paganos y los mitos, no fueron capaces de arrojar luz sobre el misterio de la muerte, así es que una antigua inscripción dice:» In nihil ab nihilo quam cito recidimus ‘, que significa: «En la nada, de la nada, cuán pronto retrocedemos». Si quitamos a Dios, si quitamos a Cristo, el mundo vuelve a caer en el vacío y la oscuridad. Y esto también se refleja en las expresiones del nihilismo contemporáneo, un a menudo inconsciente nihilismo que lamentablemente asecha a muchos jóvenes…» [4]
Nosotros no vamos a ser el hijo pródigo sometido únicamente a la transgresión juvenil, ni vamos a ser un regalado Raskolnikov, nosotros mataremos al viejo usurero y a su hermana con todo lo que esté a nuestro alcance y nos enfrentaremos a lo que siga, usurparemos el derecho de decidir lo que es bueno y lo que es malo, arrancando enérgicamente las espinas de la claudicación sin caer en el sentimiento de culpa inculcado por el cristianismo. Nunca ofreceremos nuestras muñecas deliberadamente a los grandes inquisidores, más bien nos lanzaremos en el abismo del inconsciente con el fin de recuperar el Yo, cayendo de nuevo en el vacío y en la oscuridad vamos a poder mirar en la cara a la realidad material y no nos colgaremos como Smerdijakov si no es por nuestra propia voluntad, ni caeremos en la fiebre cerebral, una fiebre fría de locura y culpa, la misma fiebre del genio filosófico de «todo está permitido», inmortalizado en Iván Karamazov. No, la metafísica del obispo de Roma y su teología entera avanza para aniquilar al único, a la nada, al creador, al Yo.
Todo lo pasado
que esté escrito desaparecerá
Todo lo presente
aniquila
el avance del único
Todo lo futuro
suelo árido e inculto
Stirner, en la segunda parte de su obra principal, llega al corazón de la cuestión ética, tocando la lucha entre individuos egoístas. En la propia individualidad, anuncia la verdadera naturaleza egoísta del Dios Cristiano:
“Como cada uno no obra más que conforme a sí mismo, y no se inquieta por nada más, los Cristianos se han reconocido en la noción de ‘Dios’. Él obra ‘como le place’. Y el hombre insensato, que podría hacerlo de la misma manera, en cambio actúa como le ‘place a Dios’.-Si se dice que incluso Dios procede de acuerdo con las leyes eternas, se puede decir lo mismo de mí, ya que yo tampoco puedo salir de mi piel, sino que tengo mi ley en toda mi propia naturaleza, en mí mismo.”
Mi propia ley, mi propia nada. El centro, el fundamento de la existencia debe ser nosotros mismos, no un fantasmal derecho externo o un foco que no vuelva a entrar en la esfera de nuestra fuerza individual, ni en algo más allá de nuestra voluntad, por lo que uno debe dirigirse a uno mismo en lugar de a dioses o ídolos.
“De aquí nace después un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos. Una de las experiencias más importantes de aquellos días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud: eran alrededor de 20.000 jóvenes que, sin excepción, habían puesto a disposición semanas o meses de su vida para colaborar en los preparativos técnicos, organizativos y de contenido de la JMJ, y precisamente así habían hecho posible el desarrollo ordenado de todo el conjunto. Al dar su tiempo, el hombre da siempre una parte de su propia vida. Al final, estos jóvenes estaban visiblemente y “en un modo tangible” llenos de una gran sensación de felicidad: su tiempo que habían entregado tenía un sentido; precisamente en el dar su tiempo y su fuerza laboral habían encontrado el tiempo, la vida. Y entonces, algo fundamental se me ha hecho evidente: estos jóvenes habían ofrecido en la fe un trozo de vida, no porque había sido mandado o porque con ello se ganaba el cielo; ni siquiera porque así se evita el peligro del infierno. No lo habían hecho porque querían ser perfectos. No miraban atrás, a sí mismos. Recordé la imagen de la mujer de Lot que, mirando hacia atrás, se convirtió en una estatua de sal. Cuántas veces la vida de los cristianos se caracteriza por mirar sobre todo a sí mismos; hacen el bien, por decirlo así, para sí mismos. Y qué grande es la tentación de todos los hombres de preocuparse sobre todo de sí mismos, de mirar hacia atrás a sí mismos, convirtiéndose así interiormente en algo vacío, «estatuas de sal». Aquí, en cambio, no se trataba de perfeccionarse a sí mismos o de querer tener la propia vida para sí mismos. Estos jóvenes han hecho el bien – aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios – simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, estar allí para los demás es algo hermoso. Sólo se necesita atreverse a dar el salto. Todo eso ha estado precedido por el encuentro con Jesucristo, un encuentro que enciende en nosotros el amor por Dios y por los demás, y nos libera de la búsqueda de nuestro propio «yo». Una oración atribuida a san Francisco Javier dice: «Hago el bien no porque a cambio entraré en el cielo y ni siquiera porque, de lo contrario, me podrías enviar al infierno. Lo hago porque Tú eres Tú, mi Rey y mi Señor». También en África encontré esta misma actitud, por ejemplo en las hermanas de la Madre Teresa que cuidan a los huérfanos, enfermos, pobres y que sufren, sin preguntarse por sí mismas y, precisamente así, se hacen interiormente ricas y libres. Esta es la actitud propiamente cristiana. También ha sido inolvidable para mí el encuentro con los jóvenes discapacitados en la fundación San José, de Madrid, encontré de nuevo la misma generosidad de ponerse a disposición de los demás; una generosidad en entregarse uno mismo, en definitiva, esto nace del encuentro con Cristo que se ha entregado a sí mismo por nosotros.” [5]
¡Cuántas palabras implantadas, cómo arrastra este egoísta el agua hacia su molino! ¡Sacrificio! ¡Atrévanse a dar el salto! ¡Aquí está la buena noticia convertida en lo que es! Apartarse del Yo, rechazando la «búsqueda de nuestro propio ser». ¿Pero cuál sacrificio, y para quién? ¿A quien debería servir? ¿Qué podría ser más estricto que la oración de San Francisco? ¿Debería arrodillarme ante otro egoísta?
“Dios y la humanidad no basaron su causa sobre nada, sobre nada más que ellos mismos. Yo basaré, entonces, mi causa sobre mí; soy, como Dios, la negación de todo lo demás, soy todo para mí, soy el único.” [6]
Las palabras de Stirner son tan completas que los dominadores tienen miedo de los anti-relativistas, de los absolutistas. El Obispo de Roma quiere con todo su ser, derribar las puertas del Ego, quiere un trozo de nuestra vida, él espera atracarse para el desayuno, almuerzo y cena, llenándose su vientre con nuestras existencias, ¿y en nombre de quién? De su Dios y del disfrute de sí mismo. No es casualidad que el Catecismo de la Iglesia Católica de manera irrefutable aclare qué hay detrás del mensaje «altruista» y de la «humanidad», lo que por dos mil años Cristo («el único cristiano que alguna vez existió» [7]) y el apóstol Pablo de Tarso «el sacerdote» querían que sea la verdad indiscutible:
«El deseo de Dios está escrito en el corazón del Hombre, porque el Hombre fue creado por Dios y para Dios» [8]
Maurizio De Simone – Edizioni Cerbero
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Notas
1 Sólo para dar un ejemplo:
“El cristianismo, incapaz de comprender al individuo como único, que no lo consideraba más que como dependiente, no fue, propiamente hablando, más que una teoría social, una doctrina de la vida en común, tanto del hombre con Dios como del hombre con el hombre; así es que llegó a despreciar profundamente todo lo que es propio, particular, del individuo. Nada menos cristiano que las ideas expresadas por las palabras alemanas Eigennutz (interés egoísta), Eigensinn y Eigenwille (capricho, obstinaci6n, testarudez, etc.), Eigenheit (individualidad, particularidad), Eigenliebe (amor propio), etc., que encierran todas las ideas de eigen (propio, particular). La óptica cristiana ha deformado poco a poco el sentido de una multitud de palabras que, primitivamente honrosas, se han convertido en términos de censura; ¿por qué no se las rehabilitaría? Así, la palabra Schimpf, que significaba en tiempos pasados burla, significa hoy ultraje, afrenta, porque el celo cristiano no entiende de bromas, y todo pasatiempo es a sus ojos una pérdida de tiempo; frech, insolente, audaz, quería simplemente decir atrevido, animoso; Frevel, el delito, no era más que la audacia. Sabido es durante cuánto tiempo la palabra razón ha sido mirada de reojo. Nuestra lengua ha sido así modelada poco a poco sobre el punto de vista cristiano, y la conciencia universal es aún demasiado cristiana para no retroceder con espanto ante lo no cristiano, como ante algo imperfecto o malo; es por esta razón que el interés personal, egoísta, es tan poco estimado.”
Max Stirner; ibídem. Segunda Parte de El Único y su Propiedad.
2 “En defensa del Yo”; Cerbero.
3 Benedicto XVI, Angelus, Castelgandolfo, Domingo 9 de Agosto de 2009.
4 Benedicto XVI, Angelus, Plaza San Pietro, Domingo 6 de Noviembre de 2011.
5 Benedicto XVI, Discurso en la Curia romana en la presentación por los saludos de Navidad, el 22 de Diciembre de 2011.
6 Max Stirner, El Único y su Propiedad.
7 F. Nietzsche, El Anticristo
8 Véase. El Catecismo de la Iglesia Católica; Capítulo Primero La Capacidad del Hombre para Dios – El Deseo de Dios.
Un comentario sobre “(Actualizado 6 de enero) «Por una Navidad negra y nihilista que siembre terror».”
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